DESPREDRARIO
En un día cualquiera
me transporto a los incontenibles,
dejo mi ciudad y su cielo,
camino hacia una pasión
inconclusa,
similar a los sueños
de mi vida.
Deambulo por las sombras
de la soledad
que nadie acostumbra,
derramo la sabia tristeza
de la incomprensión,
dilato el sonido oculto
que alumbra mi peregrinar
bohemio y espiritual
convirtiendo mi alma
en un viajero sin rumbo
en busca de una utópica,
gloria que no existe,
reprochaba la barbarie
del ballet sangriento
de la plaza,
la muerte del toro,
inocente peregrino ciego
en la lidia,
en su injusta muerte,
hermoso en el campo natural
de su existencia,
asesinada por el ego
que en mi traje de luces
no brillaba,
huía desesperado
de las injusticias
que yo no invente,
pero por convicción
el arte hizo creer en mí
que la muerte era un juego
en el que tan solo moría
el que perdía.
Creció en mí la insolencia,
ocultos pasos me seguían,
no sonaban, no existían.
Definía la amistad
como un camino de herraduras
en un desierto,
de arena movediza,
los pastores se vestían de saco,
eran charlatanes de café,
sus faldas amordazaban
metafóricamente
la moral simétrica
de la existencia,
confundían la verdad
con la razón de haber nacido,
realidad anestesiada y bendecida,
para luego sentar a sus idilios
en el sillón de la economía nacional.
El mundo corría detrás de mí
sin poder alcanzarme,
me sentía un sacerdote más
en la alquimia vinícola
postrada en mi interior
donde corría
la fermentación literaria,
ideas felinescaz,
Freudiana realidad
que se reflejabaen el espejo de mi vida.
Todo corría al revés
en el caudal del rio
de mis pensamientos,
germinaba la segunda realidad
de mi existencia,
naufragaban mis pensamientos,
de nuevo mis ideas las salvaban,
a flote en la orilla agonizante
prendido entre mis sueños
respiraba de nuevo
siguiendo el infinito transparente
de la cordillera intolerable
de mis sueños,
realidad que no entendía.
La verdad empieza con el sorbo
de una copa de coñac
en una playa
de arenas escondidas,
empieza el juego de ajedrez
de mil damas desvestidas
en el jardín perdido de mi vida,
montado en un caballo sin silla
herrado con los recuerdos
de mi infancia,
encerrado en la torre
de mi existencia,
un alfil cuidando
de nuevo mi partida.
Carlos Alfonso Uribe 7/27/79
Mi segundo viaje a las Islas Galápagos, apreciando lo real de lo que Dios creó para que nosotros lo apreciáramos y conserváramos, paraíso real de la naturaleza, entregado para que lo disfrutáramos como a la libertad de nuestras vidas.
domingo, 12 de abril de 2009
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