viernes, 24 de abril de 2009

" Homenaje Póstumo a Andrés Caicedo Estela" por Carlos Alfonso Uribe

ANDRES CAICEDO ESTELA
Por Carlos Alfonso Uribe

La vida que descubrí y la muerte que si pude entender de Luis Andrés Caicedo Estela, Septiembre 29/51 marzo 4/77

Durante mis primeros años en los que fui torero, donde el proceso cultural era una amalgama de sentimientos lapidados, la cultura me llevo en la vida a conocer personajes del mundo artístico de una calidad existencial que navegaban en una trascendencia siquiatrica diferente. Tratando de encontrar la mía la cual era rechazada totalmente por mi familia y la alta sociedad por el hecho de querer ser torero, me interese mas por la de los que eran reprochados, tan solo porque parecíamos exteriormente mas al retrato de Salvador Dalí vestidos de un existencialismo más exacto a la sombra real y trágica de la Guernica de Picasso que a la verdadera realidad de las efímeras y fantasmagóricas existencias de nuestra hipócrita sociedad. Cuando conocí a Andrés, afuera del teatro San Fernando después de ver la película Pascualino 7 bellezas, Javier Carvajal me presento a Andrés, a Carlos Mayolo con quien tuve una muy sincera amistad QEPD, y a Luis Ospina, dialogamos de la película y me invitaron a el café de los turcos ,y durante la tertulia cultural donde comí por primera vez un encebollado de carne a la plancha y una ensalada turka, me di cuenta del viaje extrasensorial a que Andrés se dedicaba, me ofreció unos percodanes, dulces que yo no conocía y de unos efectos más rápidos que la efímera paz de mi tierra los cuales no acepte, fuera de que toreaba al otro día en la plaza de toros de Cali. Luego lo fui conociendo y me pareció un ser demasiado excéntrico e inteligente, nuestras tertulias se desarrollaban los fines de semana en la finca del Poeta Nicholls en Potrerito donde asistían Luis Fernando Londoño Capurro, Daniel Samper Pizano quien era editorialista del pueblo con quien jugaba pin pon y siempre quedamos empatados, Carlos Mayolo, Javier Carvajal, y los inseparables amiguitos de Andrés, Clarita y Guillermito Lenis que en la época tendrían 12 y 13 años de edad, ya eran unos adultos en su vida intelectual y masters de la rumba social. También conocí a muchos personajes de la farándula actual de la época que seria una lista demasiado larga de nombrar, más extensa, pero de menos quilates que la corta vida de Andrés .De esta forma le conocí a Andrés, diferente a la forma de otros, que en esa contagiosa idolatría aduladora en la que siempre se manifestaban hablando de el como un héroe literario y no de su verdadero problema, crearon en él a un Llanero Solitario criollo que para mí fue un ser extraordinario en su talento y conceptos intelectuales, pero de una paranoia existencial acelerada por lo que no entendió el proceso natural de el Holliwood que él esperaba, el de conocer los directores de cine en cualquier café, y se encontró en la galaxia de Andrómeda disfrazada de Judas sin las treinta monedas de plata. Fue esta una de las frustraciones más grandes de este genio de la literatura Colombiana que deambuló errante y sin el reconocimiento que el esperaba para plasmar sus ideales Cineofilos y literarios que necesitan una lucha perseverante como la de Alejandro el grande para triunfar en los momentos críticos de su existencia. Le tocó a Andrés regresar a su tierra lleno de frustraciones porque sus sueños se volvieron pesadillas en un mundo donde la empanada era caviar y el champan era mazamorra. Siempre es de admirar que batalló con su mente en alto para editar la obra que era el pedestal definitivo de un suicidio inesperado, viva la música. En esta corta cronología, he hecho un recuento corto y personal de su belleza interior y de los conflictos personales que tuvo con su retrato de Dorian Gray en el efímero teatro de sus obras personales. En Bogotá en el año 76 yo toreaba por primera vez en la Santa María y me hospedaba en el apartamento del escritor Alberto Botero, Andrés se encontraba por ese entonces en el mismo edificio y lo invite a la corrida de la cual disfrutamos y en la que me di cuenta por medio de Catherine ex esposa de Alberto profesora de música medieval en la Sorbona de París y amante de la naturaleza quien después de la corrida se me acerco y me dijo tiernamente, Carlos, en tus ojos vi lagrimas de compasión cuando ibas a matar al toro, la naturaleza esta en el fondo de tu alma y no en la del infierno de la muerte sin sentido. Fue ella quien me mostró el mundo de las islas Galápagos donde encontré la salvación espiritual de mi vida, la de no matar nunca en un futuro ninguna especie viva creada por Dios. Al otro día quede de viajar a Cali con Andrés y en el aeropuerto el dorado yo me monte en el avión y veo que él no aparece, iba ya en su galopante mundo valliunesco, tomo la entrada del avión que viajaba a Medellín por equivocación y desde allá me llamo en la noche de que lo recogiera en Cali. Esas eran anécdotas normales en la vida de Andrés y de las cuales me ensenaron a conocerlo con una alta similitud a la de su obra literaria. Me comento en el año 77 en Bogotá donde le acompañe a repartir las revistas de ojo al cine que le quedaban a los libreros de la ciudad de que la vida tan solo tenía sentido en el hasta los 25 años, y yo le pregunte porque, y me contesto que la existencia era una realidad donde se vivía día día una acelerada vejez, que él no quería llegar a ella, y de que su juventud tenia canas sin saber porque. Yo aprovechaba para terminar de hablar con la Casa Lozano que apoderaban por ese entonces a Palomo Linares de mi viaje a España para torear bajo su apoderamiento, el que firme y al nunca aparecí, España no era mi vida, en ese entonces había tomado la decisión e preservar la vida en toda su extensión, mis sentimientos dejaron de ser una tradición y se convirtieron en la realidad de mi existencia, matar mas toros no eran mis ideales. Al regreso a Cali deje a Andrés en su apartamento en la noche ya que viajamos en el último vuelo de Avianca de las 7PM, lo deje en un taxi en su apartamento al frente de Ventolini en la avenida 6a donde vivía con Patricia Restrepo esposa de Mayolo. Escuche una fuerte discusión y entre al apartamento, Andrés estaba llorando y diciéndole a Patricia, no me dejes. Patricia me hablo después en una corta conversación comunicándome tranquilamente que ella se encargaba de Andrés y que todo se iba a arreglar. Salí del apartamento y Andrés me siguió, yo le vi en su cara una máscara vacía, le pregunté, Andrés no vas a tomar el vuelo eterno por tus propia manos, me prometió que no, que iba a comprar algo de comer y que nos veíamos al día siguiente. Me fui a mi casa un poco preocupado pero seguro de que todo estaba controlado. En la noche del otro día tome un bus en el club San Fernando dirigiéndome a la avenida 6a y me encontré en el a Juan Manuel Moreno Escultor, y a Cronopio que por esos días era un sastre paisa que hacia deleitarnos con sus diseños de ropa de los que éramos sus mejores clientes. Los vi tristes, me dijeron Carlos, Andrés se ha suicidado.Esa misma noche escribí uno de los poemas mas bellos de mi vida dedicado a ese amigo que comprendí por su ansiedad de conocer la efímera realidad de la vida, pero vivió en la convulsionada, creativa, genial y talentosa forma personal de interpretar su propia existencia.
Carlos Alfonso uribe.

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